"Esta es una de las noches más memorables de mi carrera", le dije al grupo reunido en Strawberry Fields, un local de hamburguesas cuadra abajo desde el Café Comercial, en Madrid. Era el 3 de noviembre y recién habíamos venido del café, donde por las últimas dos horas yo había estado respondiendo preguntas, sobre la nueva edición en español de mi libro Nowhere Man. Y ese céntrico restaurante beatle era el lugar ideal, para celebrar mi primera presentación en España. El video "Hey Jude" de los Beatles estaba rodando en la pantalla detrás de nosotros, y mi esposa, Mary Lyn Maiscott, señaló que su viejo amigo Joel Soroka estaba tocando la pandereta, en esa cápsula de tiempo de 50 años. María Martín, quien colabora con Jordi Melgosa en la revista beatle El Submarí Groc y quien organizó el evento, pareció encantada con esta pequeña noticia.
La energía había sido eléctrica durante toda la noche. Me sorprendía y apocaba que tantas personas hubieran venido de toda España, para asistir al evento. Su amor por los Beatles era incondicional; estaban ansiosos de cualquier información nueva, y deseosos de oír lo que yo tuviera que decir sobre mis experiencias, de muchos años atrás, mientras editaba los diarios de John Lennon. Sus preguntas fueron desafiantes, fue como una conferencia de prensa. Yo lamento que no pude ofrecer mejores respuestas, a la ráfaga de preguntas sobre la ama de llaves española de John Lennon, Rosaura López Lorenzo, sobre quien conocí mucho después que Nowhere Man fuera publicado. Cuando se trataba de los empleados, Lennon sólo escribía sobre esos que lo enojaban y, al parecer, Rosaura se las agenció para quedarse en su lado bueno.
La audiencia llenó el café con una clase de emoción, que no se parece a ninguna cosa que yo haya visto en Estados Unidos en décadas. Estos fanáticos de los Beatles españoles eran personas no cínicas, que no pudieron obtener suficiente de los Cuatro Fabulosos cuando ellos existían como grupo, o que habían nacido demasiado tarde y los habían extrañado por completo.
Como mi traductor, Diego Harris, quien nació en 1977, me había dicho antes: “Yo estoy feliz de haber estado vivo al mismo tiempo que John Lennon.”
Hacia el final de la presentación, yo expliqué cómo mi experiencia me había habilitado para escribir Nowhere Man, y leí un extracto de mi nuevo libro, Bobby en Nazilandia (que será publicado el próximo año, por Headpress), describiendo cómo compré mi primer álbum grabado, Meet the Beatles, por tres dólares, en una tienda de cinco y diez centavos el 10 de febrero de 1964, el día después que la banda apareció por primera vez en el programa de Ed Sullivan. Fue, dije, “la primera vez en mi vida, que yo poseyera una música que pudiera llamar mía propia”. Y por el medio siglo siguiente, he continuado prestando una atención cercana.
Esa noche mágica en Madrid, marcó asimismo el 18 aniversario de la publicación de un libro, que por 18 años nadie había publicado. Yo dudo que pudiera haber habido una mejor manera de celebrarlo, que con mis nuevos amigos en el Café Comercial y en la fiesta posterior en Strawberry Fields. Me sentí como un embajador de Nutopia, un representante terrenal del señor Lennon, haciendo lo que pudiera para comunicar su vibra, en un tiempo cuando parece que nosotros podemos necesitarla más que nunca.
Así que yo quiero expresar mi más profunda gratitud, a todos quienes hicieron posible el evento y vinieron al Café Comercial, especialmente a María; a Diego, por sus extraordinarias traducciones al vuelo; a Arturo Gonzalez, editor de 10, Mathew Street, por su cobertura a lo largo de los años, y por el gran tour por Madrid que él y su esposa Almudena nos dieron a Mary Lyn y a mí; y a René Portas, quien tradujo no sólo Nowhere Man, sino asimismo la declaración de apertura que yo leí en el café, así como éste y muchos otros posts del blog.
¡Gracias a todos!
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“This is one of the most memorable nights of my career,” I told the crowd gathered at Strawberry Fields, a hamburger joint down the block from Café Comercial, in Madrid. It was November 3, and we’d just come from the café, where for the past two hours I’d been answering questions about the new Spanish edition of my book Nowhere Man. And this Beatles-centric restaurant was the ideal place to celebrate my first presentation in Spain. The Beatles’ “Hey Jude” video was playing on the screen behind us, and my wife, Mary Lyn Maiscott, pointed out that her old friend Joel Soroka was playing the tambourine in this 50-year-old time capsule. María Martín, who collaborates with Jordi Melgosa on the Beatles magazine El Submarí Groc and who organized the event, seemed delighted with this unexpected bit of news.
The energy had been electric throughout the night. I was amazed and humbled that so many people had come from all over Spain to attend the event. Their love of the Beatles was unconditional; they were hungry for any new information and eager to hear what I had to say about my experiences, so many years ago, editing John Lennon’s diaries. Their questions were challenging—it was like a press conference. I’m sorry that I couldn’t provide better answers to the flurry of questions about John Lennon’s Spanish housekeeper, Rosaura López Lorenzo, whom I learned about long after Nowhere Man was published. When it came to employees, Lennon only wrote about the ones who pissed him off and, apparently, Rosaura managed to stay on his good side.
The audience filled the café with the kind of emotion that’s unlike anything I’ve seen in America in decades. These Spanish Beatle fanáticos were uncynical people who couldn’t get enough of the Fab Four when they existed as a group, or were born too late and had missed them entirely.
As my translator, Diego Harris, who was born in 1977, had told me earlier, “I’m happy to have been alive at the same time as John Lennon.”
Toward the end of the presentation, I explained how my background had enabled me to write Nowhere Man, and I read an excerpt from my new book, Bobby in Naziland (to be published next year, by Headpress), describing how I bought my first record album, Meet the Beatles, for three dollars, in a five-and-dime store on February 10, 1964, the day after the band first appeared on the Ed Sullivan Show. It was, I said, “the first time in my life I possessed music I could call my own.” And for the next half century, I’ve continued to pay close attention.
This magical night in Madrid also marked the 18th anniversary of the publication of a book that, for 18 years, nobody would publish. I doubt there could have been a better way to celebrate than with my new friends in Café Comercial and at the after-party in Strawberry Fields. I felt like the Nutopian ambassador, an earthly representative of Señor Lennon, doing what I could to communicate his vibe at a time when it seems as if we need it more than ever.
So I want to express my deepest gratitude to everybody who made the event possible and who came to Café Comercial—especially María; Diego, for his extraordinary on-the-fly translations; Arturo Gonzalez, editor of 10, Mathew Street, for his coverage over the years and for the grand tour of Madrid he and his wife Almudena gave Mary Lyn and me; and René Portas, who translated not only Nowhere Man, but also the opening statement I read at the café as well as this and many other blog posts.
¡Gracias a todos!
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